martes, 30 de agosto de 2011

Para entender a la sociedad del conocimiento...


Doscientos años después de la Revolución Industrial, se está produciendo en el mundo un salto cualitativo trascendental: estamos pasando a un nuevo modelo de organización de la sociedad y de la economía, la sociedad postcapitalista.
La economía seguirá siendo una economía de mercado y de mercado mundial.
La crítica del mercado como organizador de la actividad económica se remonta a Aristóteles. La mayoría de los cargos que se le hacen están bien fundados. Pero como lo dijo hace más de cien años nada menos que el gran anticapitalista Karl Marx, el mercado, a pesar de todas sus
imperfecciones, sigue siendo muy superior a todas las demás maneras de organizar la actividad económica –cosa que se ha probado ampliamente en los últimos cincuenta años–. Sin embargo, la sustancia de la vida económica ha cambiado radicalmente.

En la nueva sociedad el verdadero recurso dominante y factor de producción de riqueza absolutamente decisivo no es ya ni el capital, ni el trabajo, ni la tierra –los recursos naturales, decimos ahora–. Es el conocimiento.
En la sociedad que vendrá después del capitalismo, el conocimiento se convierte en el factor determinante de la competitividad de los pueblos en los mercados internacionales. Y consiguientemente, en la causa principal de su prosperidad económica.
Esta nueva teoría económica coloca el conocimiento en el centro del proceso de producción de riqueza.

No se trata, empero, de cualquier tipo de conocimiento. Hablamos de conocimientos útiles, de conocimientos que producen. Y el conocimiento sólo es productivo si se aplica para lograr una diferencia vital.
Albert von Szent Györgyi, 1893-1990, húngaro-americano ganador del Premio Nobel, revolucionó la fisiología. Cuando se le pidió que explicase sus triunfos, los atribuyó todos a su maestro, un oscuro profesor de una universidad provincial húngara:
Cuando obtuve mi doctorado, me propuse estudiar la flatulencia, de la cual no se sabía entonces nada, ni se sabe aún. “Muy interesante”, dijo mi profesor, pero “nadie se ha muerto jamás de flatulencia. Si uno obtiene resultados, lo cual siempre es incierto, lo mejor es obtenerlos en un campo en que ellos hagan una diferencia vital”... “Por esta razón –agregó Szent Geörgyi–me dediqué al estudio de la química básica y descubrí las enzimas”.



                                                                                


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