martes, 30 de agosto de 2011

Educación y sociedad del conocimiento


La realidad de la sociedad postcapitalista, sus actores y sus características más significativas, tienen enorme incidencia en la educación del futuro. Peter Drucker puntualiza en La Sociedad Postcapitalista esos influjos.



A lo largo de la historia, los artesanos que habían aprendido un oficio, después de cinco o seis años de aprendizaje, a la edad de diecisiete o dieciocho años, ya sabían todo lo que iban a necesitar en el resto de su vida.
En el aula se estaba antes hasta una determinada edad. El aula terminaba cuando uno “ya estaba crecido”. A partir de ahí, se irrumpía plenamente en la vida adulta. La escuela estaba dedicada a los jóvenes que todavía no eran ciudadanos, que todavía no eran responsables, que todavía no integraban la fuerza laboral o profesional.
En la sociedad del conocimiento, la escuela se convierte en una institución de adultos y vitalicia. Nunca se saldrá de la etapa del aprendizaje y de la capacitación. La nueva escuela tendrá que infundir motivación eficaz para continuar aprendiendo hasta el fin de la existencia. Ya vimos que los trabajadores de servicios de alto nivel tienen que estar al día en el conocimiento de sus equipos. Ellos pertenecen ahora a un mundo continuamente cambiante. Y deben volver a las aulas, periódicamente, para mantener esa actualización. A una maestría seguirán cada cierto tiempo cursos complementarios de actualización y enriquecimiento de la especialidad. Años más adelante, otro; y otro... Y así sucesivamente, hasta el último día de vida. Asistir a las aulas será vitalicio. Lo mismo para el simple técnico en electrónica que para el ingeniero de esa área.
Mantener acceso abierto a la educción superior sin tener en cuenta circunstancias de edad ni grados previos es una necesidad social. Al trabajador de servicios hay que darle la oportunidad de pasar a trabajo de conocimiento. Esto significa que la sociedad postcapitalista tiene que crear un sistema educativo de libre acceso Los individuos tienen que estar en capacidad de continuar en cualquier momento de su vida su educación formal y calificarse para trabajo de conocimiento. La sociedad tiene que estar dispuesta a aceptar a la personas en cualquier trabajo para el cual estén preparadas, cualquiera que sea su edad.
La sociedad, la comunidad y la familia son todas instituciones conservadoras. Tratan de mantener la estabilidad y prevenir o por lo menos retardar el cambio. Pero la organización de la sociedad postcapitalista es desestabilizadora. Por ser su función poner a trabajar el conocimiento en instrumentos, procesos y productos; en trabajo; en el conocimiento mismo tiene que organizarse para el cambio constante. Tiene que organizarse para la innovación. La sociedad tiene que organizarse para el abandono sistemático de lo establecido, lo acostumbrado, lo familiar, lo cómodo, ya sea en materia de productos, servicios y conceptos, en relaciones sociales, en habilidades y en las organizaciones mismas.
El conocimiento es por su misma naturaleza cambiante. Y tendrá que organizarse también para el abandono sistemático de lo establecido. La especialización en diversos conocimientos nos ha dado un enorme potencial de rendimiento en cada área. Pero, por ser los conocimientos especializados, necesitamos también una metodología, una disciplina, un proceso para convertir el potencial en rendimiento. De otro modo, la mayor parte del conocimiento disponible no será productivo. Seguirá siendo sólo información. Se requiere, por lo pronto, una metodología para la definición de los problemas, quizá todavía más de lo que requiere la metodología de so- lución de problemas que está hoy tan en boga. Se requiere el análisis sistemático del tipo de conocimiento y de informa- ción que necesita un problema determinado y una metodología para organizar las etapas en que el problema se puede atacar la metodología de lo que hoy llamamos “investigación de sistemas”.
Y la incidencia principal de la sociedad postcapitalista en la educación del futuro será en este campo: las organizaciones de los nuevos tiempos, todas, tendrán que incorporar en su estructura la gestión del cambio.
Específicamente, toda organización tiene para ello que incorporar en su estructura tres prácticas sistemáticas. Primero necesita mejora continua de todo lo que hace: es el proceso que los japoneses denominan kaizen. El propósito del kaizen es mejorar el producto o servicio de tal suerte que se convierta en algo realmente distinto en dos o tres años. En segundo lugar, toda organización tendrá que aprender a explotar, esto es, a desarrollar, nuevas aplicaciones de sus propios éxitos. Finalmente, toda organización tendrá que aprender a innovar, y la innovación se puede organizar como un proceso sistemático, y debe organizarse como tal.  El aula no prepara para la innovación y la creatividad. No está diseñada para esto.
El cambio más grande probablemente es el hecho de que en los últimos cincuenta años la innovación deliberada, tanto técnica como social, se ha convertido en sí misma en una disciplina organizada que se puede enseñar y se puede aprender. Y tiene que expandirse la voluntad de que especialmente nuestras universidades sean un foco de imaginación. La universidad, como ámbito de la intelectualidad y espacio de dignidad humana y social, no puede dormirse en sus laureles, debe renovar sus modelos pedagógicos para contribuir a orientar y construir un nuevo futuro. Lo único que va a tener importancia en la economía nacional, lo mismo que en la internacional, es el rendimiento de la administración en hacer productivo, innovador, el conocimiento. Y la educación superior deberá no solo motivar para ser innovadores: debe preparar para la innovación: enseñar cómo ser innovadores.
Esa es su misión.




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